Miércoles, 4 de marzo
No sé cuántos casos hay ya. Las noticias hablar de 220 contagiados, y cada día aumenta el número de muertos. Me asusta pensar que, justo debajo de mi casa, una familia de chinos ha cerrado su negocio «por vacaciones». ¿Vacaciones? ¿En este momento?
Comparto esta noticia con mis compañeros de trabajo tratando de calmarme, pero Matías, un compañero de oficina, con una seriedad que me inquieta, dice que en su barrio también han cerrado muchos bares regentados por chinos. No queda ni un solo establecimiento abierto de esa comunidad en toda Vitoria. En Madrid, me cuenta Matías, llevan días así. No sé qué pensar… ¿Será por miedo? ¿Por precaución? ¿O acaso saben algo que nosotros no sabemos? El bazar chino de debajo de mi casa ha cerrado por «vacaciones» del 5 al 25 de marzo, justo cuando el brote se vuelve más feroz.
Enciendo la tele, los reportajes que veo cada día son más alarmantes. Siento que nos ocultan algo, que no nos dicen toda la verdad. A veces, preferiría que todos estuviéramos ya infectados y que todo terminara de una vez, pero este no saber, esta incertidumbre, es lo que más me aterra.
Jueves, 5 de marzo
Me dirijo a mi puesto de trabajo escuchando Rock FM. El humorista de turno llega al plató de su emisora con su chiste del día, aunque la situación no está para risas. Comienza contando la conversación que escuchó entre dos dependientas que reponían alimentos en un supermercado Alcampo de Madrid mientras hacía la compra. La dependienta más joven le comenta a la más veterana que las estanterías están vacías y que lo primero que se ha agotado es el papel higiénico. La más veterana, riéndose, le contesta que debe ser porque en Madrid «se cagan mucho».
¡Qué locura! La cosa no está para chistes.
Se siente en el ambiente el miedo, la ansiedad, la incertidumbre. Nos estamos quedando sin alimentos. Es curioso lo tremendistas que podemos llegar a ser, lo desesperados que nos volvemos ante una situación que, en teoría, no debería ser tan alarmante. Los noticiarios no cesan de hablar de muertos e infectados, pero… ¿acaso no es el sarampión diez veces más contagioso que este virus que se ha extendido por el planeta?
Y, sin embargo, ¿cuántos mueren cada día de cualquier otra enfermedad en el tercer mundo? Pero ahora nos ha tocado a nosotros, al viejo continente, a los que nos creemos más avanzados.
Viernes, 6 de marzo
Ahora mismo debería estar volando rumbo a Bérgamo con toda la familia de mi mujer, para celebrar las bodas de oro de mis suegros.
Teníamos todo reservado: el hotel, los traslados, los billetes de avión… Pero el miedo ha podido con nosotros y hemos suspendido el viaje.
Italia es el país europeo con más contagios. No podemos viajar con varios niños, aunque dicen que son los que menos sufren el contagio. Pero… ¿y las dos personas mayores con las que viajaríamos? Nuestros mayores, nuestros padres, son los más vulnerables a este virus, los que tienen la tasa de fallecimiento más alta. ¿No será que quieren acabar con ellos para no pagarles la jubilación? Los mayores son, al fin y al cabo, la mayor parte de la población…
¿Qué vamos a hacer allí en Italia? ¿Qué sentido tiene viajar a un país donde la gente se encierra en sus casas, en cuarentena, y los pocos que salen lo hacen solo para conseguir algo de comida o para ir de casa al trabajo, y viceversa? Además, han suspendido los carnavales, han cancelado las clases, hay ciudades enteras atrapadas en la cuarentena…
Sería una locura viajar hasta allí, sería una insensatez arriesgarlo todo. No podemos llevar a la familia a ese lugar y arriesgarnos a traer el virus con nosotros.
Sábado, 7 de marzo
Hoy deberíamos de estar en Bérgamo, menos mal que no lo hemos hecho. Mi sobrino ha comenzado a sentirse mal; tiene fiebre y un malestar que no para de crecer. El miedo se hace cada vez más real, más cercano.
Una noticia en el telediario me deja helado: en el colegio de la princesa Leonor ya hay un contagio confirmado por este virus. Parece que nadie está a salvo, ni siquiera ellos, los que deberían estar más protegidos. ¿Qué será lo próximo?
Domingo, 8 de marzo
Los números siguen subiendo: 17 muertos, 600 contagiados por el coronavirus. Me estremece saber que uno de los focos más importantes se encuentra en Haro, donde unos ciudadanos, tras asistir a un funeral en Vitoria, han quedado atrapados en la enfermedad. Ahora, están en cuarentena en su localidad, bajo la estricta vigilancia de la Guardia Civil, que se desplazó hasta allí para dar la noticia.
Otra gran noticia del día: en China, el comercio se desploma, las ventas caen un 15%. La discrepancia en las noticias es abrumadora. Según el medio que leas, los números cambian como si fueran de humo. Un periódico habla de 581 positivos, mientras que otro advierte de un incremento aún mayor. La confusión no hace más que alimentar el miedo.
Hay ganadores en medio de esta tragedia: PharmaMar, que presume de detectar el coronavirus antes de que aparezcan los síntomas, y los distribuidores de gel alcohólico, que han duplicado sus ventas.
¡Cuánto alivio sentimos al no haber viajado a Italia! Anoche, decretaron el cierre de fronteras: nadie podrá salir hasta el 3 de abril.
La propagación en las provincias del norte ha forzado el cierre de museos, cines, teatros… Nada escapa al virus. Aquí, cada día, los casos aumentan un 20%. Parece que todo se desmorona a nuestro alrededor, y nosotros solo podemos esperar…
Más historias
3 semana ½
2 semanas y ½
1 semana y ½