Me gustan las personas especiales, esas que viven dentro del sistema y fuera de la norma, esas que se atreven a ser ellas mismas al margen del qué dirán, de las modas y de las redes, me gusta acudir al puesto de Julio en la plaza de abastos, ese que me ofrece la experiencia de comprar con calma, él elige cada pieza de fruta con el mimo de un joyero, vende exquisitas legumbres a granel, deliciosos melocotones de Calanda y unas riquísimas nectarinas de Soria.
Me gusta ir a comprar a ese lugar porque me transporta a otra época, directa a mi infancia, cuando acompañaba a mi madre a la plaza. Pedir la vez, esperar el turno, escuchar la charla de las clientas en la fila, el ritual de la compra tranquila.
Allí acudíamos cada semana los tres de su mano y lo más divertido de todo era decir que teníamos sed, entonces la más simpática de las carniceras, la del pelo recogido en un moño prieto, nos hacía un cucurucho con el papel parafinado y lo llenaba de agua. Beber de aquel vaso improvisado era la mejor aventura del viernes, aquella dependienta dejaba de atender para atendernos, ¡cómo no van a gustarme las personas especiales!.
Más historias
Eso es
Chinaski
Virginia