Levantarte a las siete de la mañana para ir con tu setter a la playa y verla galopar detrás de las gaviotas, revolcarse en la arena fresquita del amanecer y olisquear las olas o las dunas, eso es libertad.
Montar en tu deportivo y conducir sin rumbo hacia el destino que la tarde te regale para acabar en una plaza empedrada con un par de siglos bajo sus balcones y cenar a la luz de unos candiles, eso es libertad.
Sumergirte en un espacio de agua fresquita donde el silencio le grita a tu alma que estás viva, y salir a la superficie para reposar la actividad en una toalla tendida a la vera de los pinos, eso es libertad.
Saltar al centro del corro y poner a danzar tus abarcas y tu saya al ritmo del txistu y el tamboril en los pasos trasmitidos de generación en generación, darlo todo en esa fiesta compartida y ser parte de la plaza y la colina, eso es libertad.
Cantar a todo pulmón una canción que resuena en tu juventud mientras las estrellas del norte contemplan el mar tranquilo junto a dos corazones que llevan contigo toda la vida, eso es libertad.
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