Cual Chinaski derrotado después de una interminable y explotadora jornada de trabajo, así me siento hoy, llego a ese lugar con mi batería al 100%, la de mi cuerpo y la de mi alma, porque vivo en un sistema que me hace creer que un trabajo a la sombra a cambio de unas monedas, para gastar en lo que ese mismo sistema me indica, es lo que debo hacer para lograr el éxito y ser feliz, y mi alma llega todas las mañanas contenta de estar allí, de poder desarrollar su faceta productiva en un lugar digno, con un salario digno, pero todas las tardes mi alma sale gris.
Por eso entiendo a mi querido Chinaski cuando se lanza al vacío del alcohol sabiendo que la borrachera va a permitirle resucitar en unas horas, y para qué, para volver a la oficina de correos y seguir clasificando cartas y más cartas a un ritmo frenético, a contrarreloj, para no ser sancionado por el encargado al haber excedido el tiempo recomendado para ordenar su caja, así me siento yo ante un número de mensajes electrónicos que por mucho que responda no se acaban porque siguen entrando cual riadas sin control, también lo hago a destajo como el personaje de El cartero porque tenemos un plazo que cumplir, a diferencia de Chinaski no me lanzo a la bebida, tal vez un día debería probar, lo que hago es descansar para recuperar mi batería y volver a gastarla entre las mismas cuatro paredes de ayer, en la misma extenuante actividad de ayer.
Y así pasan los días sin que pueda dedicar apenas energía a mi vida, a la que tengo fuera de mi lugar de trabajo, a la que me da motivos para reír, para sentirme orgullosa, para levantarme cada mañana.
Por ese motivo voy a seguir leyendo La cartera de Francesca Giannone para empaparme de su esencia y hacer con mi vida lo que el cuerpo me pida, como ella
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