enero 21, 2025

ESTANTES DE PAPEL

Un blog donde fluye la creativad y la imaginación

La encontré

Muchas historias han comenzado por «érase una vez» o «había una vez». La que os voy a narrar hoy empieza con «Hay». Y digo «Hay», porque existe.
No os voy a hablar de un objeto, ni de un animal, ni de un sentimiento. Quizá de una idea. Pero es mucho más que eso: es un lugar que crea. Por eso es tan importante para mí encontrarlo. Necesito saber su naturaleza, de dónde mana su esencia.

Una vez leí que la suerte no es más que la habilidad de aprovechar las ocasiones favorables. Puede que yo haya tenido suerte, pero la suerte se busca.
Y buscando lo que se busca… se encuentra.
Y hoy la encontré. Pero no termina aquí mi búsqueda, sino que comienza.
Eso es lo que hoy os quiero relatar: el comienzo de mi búsqueda.

¡Pero ay…! No os quiero liar más, que soy muy lianta y aún no me he presentado: mi nombre es Jone y soy arqueóloga. Más adelante os contaré más detalles sobre mí y cómo llegué hasta este maravilloso lugar. De momento, os diré que me encuentro delante de la Fábrica de los Mundos, una factoría abandonada que esconde fabulosos secretos.
Como os podéis imaginar… voy a entrar. Por eso quiero contaros esta historia y compartir con vosotros en directo lo que me voy encontrando. Que, por cierto… es lo que se lleva ahora: compartir en directo todo lo que hacemos. Pero vosotros no lo hagáis, ¿eh? No compartáis vuestros secretos.

A lo que estamos… Voy a entrar en la fábrica, pero no sé muy bien cómo. Hay una puerta, un timbre… y una cámara de vigilancia que me está enfocando.
La fábrica debería estar abandonada, pero sospecho que hay alguien dentro que me está vigilando. Voy a acercarme a la puerta y llamar al timbre. Mis madres me enseñaron a no entrar en sitios ajenos sin avisar.

¿Qué es esta luz tan cálida que se proyecta sobre mí? ¡¿Qué me está pasando?!

¡No me lo puedo creer! Me han teletransportado al interior de una habitación donde solo hay cuatro ascensores. Ahora sí que tengo claro que hay alguien dentro de la fábrica, y creo, además, que me deja visitarla. Voy a llamar a un ascensor y veremos qué pasa.

Monto en el primero que abre sus puertas y ahora estoy bajando sin saber cuántos pisos desciendo, porque no hay un indicador numérico que me lo diga.

El elevador se detiene. Me bajo. Camino por el único lugar por el que puedo hacerlo: un sucio pasillo oscuro y feo.

Pienso que ha sido fácil entrar; ya veremos si es tan fácil el regreso.

Llego a un pabellón. Al fondo veo una puerta entreabierta. Me dirijo hacia ella con la sensación de que alguien me observa, pero no veo a nadie. Transito entre charcos de agua, observando las paredes; este edificio lleva muchos años abandonado.

Al cruzar la puerta, descubro un nuevo pabellón, aún más grande, con multitud de accesos. El lugar en el que me encuentro bien podría ser la avenida de una ciudad. O, igual, es lo que es: puede que haya descubierto la Avenida de los Mundos.

Sigamos. Continúo hasta una especie de casa… y entro.

Desciendo unas escaleras hasta lo que parece su bodega y me detengo antes de entrar en una habitación. Tengo el presentimiento de que tras estas paredes se encuentra lo que he venido a buscar. Tomo aire, suspiro y cruzo el umbral de la puerta.

Me detengo, sobrecogida; no doy crédito a lo que veo. Al fondo de la habitación, como si hubiese un enorme ventanal sin ventana, contemplo un espacio exterior imposible. Veo una amplia extensión, parece una llanada, y doce bolas de cristal levitando en el aire que alojan una especie de… parecen otros mundos. Pero no comprendo cómo puede estar esto bajo tierra. Es como si estuviese en otra dimensión o plano sideral. No me atrevo ahora a cruzar la ventana y ver con más detalle lo que hay ahí fuera.

Decido abandonar y volver otro día, quizá con compañía. Las ideas se analizan mejor con varios cerebros pensando juntos.
Busco una salida. Una flecha me indica el camino a seguir.

Subo unas escaleras y llego a un pasillo. Al fondo se aprecia luz. Continúo.

Abro una puerta de madera antigua y… salgo al exterior. No al lugar desde el que había entrado. Ojeo el GPS de mi teléfono: me encuentro a dos manzanas de donde inicié mi viaje. ¡Es alucinante!

Regreso a mi apartamento; debo comunicar mi hallazgo a mi equipo. Volveré muy pronto a este lugar junto a ellos.
Estoy muy contenta de haber encontrado este misterioso lugar que tanto tiempo llevaba buscando. Del trabajo con esfuerzo siempre se obtiene recompensa.