junio 14, 2025

ESTANTES DE PAPEL

Un blog donde fluye la creativad y la imaginación

Ser madre

Ser madre

Porque antes que escritora, antes que mujer…¡soy madre! ;)))

Txorimalo salió de mi mente

Y mi hijo salió de mis entrañas.

Escribir un libro ha sido lo más jodidamente empoderante que me ha pasado en la  vida. Y eso, a diferencia de maternar, nadie me lo contó. Ser madre está sobrevalorado en una sociedad que ensalza la maternidad, pero que sin embargo te deja sola cuando se trata de conciliar o de criar.

No amamanté porque no tenía leche (creo que ser una madre añosa no ayudo a la lactancia). Pedí la epidural porque no me creí capaz de sostener la intensidad de un parto natural en el hospital.  Y dejaba a mi hijo en la guardería sin drama, mientas que me iba al trabajo sin volver la vista atrás.

No sé si todo eso me convierte en una “mala madre”, pero nunca lamenté que mi hijo creciera muy deprisa, al contrario, siempre quise que se hiciera mayor pronto, para de ese modo tener yo más libertad.

Lo siento, es la pura verdad. Quizá fui algo egoista. Nunca me preocupé demasiado por cómo jugaba  ni con quién compartía sus juego mi hijo, simplemente le recogía a la puerta de la escuela y dejaba que se divirtiera en el parque. Solo me preocupó su avance académico cuando llegaron los suspensos; por lo demás, me conformé con que estuviera en la media de la clase. Una vez le pegaron en el patio. Otra vez se me perdió en la playa. Le he dejado que comiera golosinas entre semana. Y ha visto conmigo capítulos de “La que se avecina” o “Vaya semanita” antes de cumplir los diez. (Incluidos los diálogos de “En Euskadi no se folla” o la canción de “Te voy a dar salami”)

Mi hijo está pasado de peso, como su padre y como yo. Lleva gafas, como nosotros, desde los tres años y la ortodoncia  le ha acompañado durante toda la primaria y secundaria. Siempre se le dieron mal la matemáticas y nunca le gustó jugar al balón. Pero con todos estos obstáculos  para poder estar entre los populares, siempre ha demostrado tener carácter, sin importarle demasiado lo que piensen los demás ( a mí desde luego no ha salido).

Eneko se está aficionando a la lectura y dice que va a estudiar Historia. Y eso me hace sufrir porque sé de los sin sabores que reporta para la vida práctica ser de letras. Ojalá mi marido hubiera aportado otros genes, más de ciencias y de números, para que así nuestro vástago se hubiera decantado por unos estudios profesionales, de esos con mayor empleabilidad.

Pero así son los hijos.  Siempre nos sorprenden, de un modo u otro y menos mal. Porque sino la cosa no tendría gracia. A veces esas personitas que hemos criado a nuestra imagen y semejanza nos descolocan, hacen que nos estalle la cabeza. Deciden recorrer su propio camino y eso está bien. De pequeño, mi hijo me enseñó muchas cosas: a detenerse en mitad de la acera para contemplar el pequeño milagro de una hilera de hormigas atravesando el asfalto. A reír en los malos momentos. A saber discernir qué es lo importante de verdad.

Nadie en la vida te va a querer como esa personita que te necesita y nunca vas a encontrar un amor tan  incondicional. Y la experiencia de ver crecer a tu hijo, hija o hije y convertirse en la persona adulta que pronto será, como una versión mejorada de sus progenitores, diferente, evolucionada, se convierte así en todo un placer.

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