septiembre 19, 2024

ESTANTES DE PAPEL

Un blog donde fluye la creativad y la imaginación

Cuenticomágico.

—Vaya día me toca hoy martes, doble sesión de mate. Encima tengo que aguantar a los dos pesados que me han puesto al lado. No los aguanto. Él enviándole mensajitos y ella llamándole a todas horas “cuchi-cuchi”. ¡Qué horteras! Si tuviera una novia así, no le dejaría que me llamase esas cosas tan ridículas en público. Pero lo peor entra ahora. ¡Uf! Cómo nos ha podido tocar al tipo este. Le cuesta andar de lo gordo que está y es un asqueroso, siempre sudando y con unos ronchones en la camisa que pa’ qué. No hay Dios que se acerque a él de lo mal que huele. Y no se da por aludido por más que le dicen… pero hoy se va a enterar.

—Buenos días. Abran el libro por la página… treinta y tres. Hoy seguimos hablando de los logaritmos. Como os dije el otro día, el logaritmo de un número es la forma de calcular el exponente al que tendría que estar elevada una base para obtener dicho número. Es decir, es la fórmula de calcular el exponente X de la base A para que nos dé el número B. Os pongo un ejemplo en la pizarra. —Luis se detiene y lee lo escrito en la pizarra, repitiéndolo en alto—. “Pestosudo Aritmético”… ¿Quién ha escrito esto? —gritó enfurecido.

—He sido yo —afirmé tajante, levantándome de la silla.

—Cuchi-cuchi… que ha sido Josu el que lo ha escrito —dijo Inés a Javier.

La clase permaneció callada, esperando la reacción del profesor, que me miraba con los ojos ensangrentados. Me mantuve en pie, en silencio, hasta que me mandó sentar. Luis se giró para volver a releer lo escrito. Suspiró profundo, se echó la mano a la cabeza, dibujó siete rectángulos en la pizarra y se volvió para dirigirse a mí.

—Estoy gordo y sudo mucho. ¿Y qué? Inés está todo el día llamándole cuchi-cuchi a su novio y tú, Josu, por muy bien que te portes en clase, siempre estás con el dedo en la nariz. Cada uno tenemos nuestros defectos y el mío es estar gordo… y me gusta. Me cambio dos veces de camisa y me ducho tres veces al día. Sudo porque no tenéis más que frío y siempre está la calefacción puesta —levantó la voz—. Pero lo que no llego a entender es por qué decís que no os gustan las mates, si son muy graciosas.

—¿Cómo que graciosas? Si son súper aburridas… como los logaritmos —dijo Maite, arrancándoles una risa a los compañeros.

—Pues te equivocas, y os lo voy a demostrar. Cerrad los libros y coged un folio. Os voy a contar una historia en la que tendréis que realizar una serie de operaciones tal como yo os las diga. ¿De acuerdo? Comienzo.

Antes de terminar la clase, Luis finalizó su historia. Puso de nuevo su mirada sobre mí, comprobando que mi cara ya no era la misma que antes, y pronunció:

—¡Qué…! ¿Sigues pensando que las mates son aburridas?