diciembre 9, 2024

ESTANTES DE PAPEL

Un blog donde fluye la creativad y la imaginación

Mesa de ajedrez

Urbanización marismas 15:00 horas


Saltó a la piscina de cabeza, sentir el agua fresquita deslizándose a través de su piel era lo mejor del día, contener la respiración para atravesar el largo hasta el otro extremo, salir a la superficie para respirar y volver a la desconexión absoluta que le producía un baño con la piscina para ella sola era el verdadero lujo de la vida.
La mañana había sido una locura. A primera hora había aparecido un anciano de la residencia para formular una queja a cuenta de la mesa de ajedrez que habían colocado en la zona del paseo. Estaba súper ofendido porque él mismo había sugerido al ayuntamiento hacía varios meses que colocasen unas mesas de ajedrez, tres en raya, parchís y demás juegos de mesa para que tanto las personas mayores como la juventud pudieran divertirse con los entretenimientos de toda la vida y se desconectaran un poco de las pantallas.
Al principio no le dieron mucha importancia pero el señor se enfadó tanto que terminaron con él en urgencias porque le dio un ataque de ansiedad. Ella le acompañó en la ambulancia, y esperó en el hospital hasta que le asignaron una habitación para dejarle en observación, pues no terminaba de tranquilizarse.
A media mañana la medicación ya le había hecho efecto y en un momento en el que estaba más sereno le explicó que la mesa de ajedrez que habían colocado era una ofensa. La mesa y los dos asientos para las personas jugadoras eran un único bloque y al sentarte a jugar el tablero, que estaba pintado en la propia mesa, mostraba en el extremo inferior derecho el cuadrado negro cuando debería ser el blanco. Ella nunca había sido muy aficionada al ajedrez pero era obvio que así no se podía jugar. En cuanto volviera al ayuntamiento hablaría con la empresa encargada de ese trabajo y pediría que lo solucionaran, así se lo hizo saber al anciano antes de dejarle en manos de la enfermera, que llevaba un rato escuchando la conversación pero que no había querido interrumpir.
Cuando llegó a la oficina sus compañeras ya habían gestionado la reclamación y el responsable del desastre, después de pedir disculpas, se había comprometido a resolverlo aquella misma semana.
Se sentó en su sitio, respondió algunos correos, gestionó un par de tareas pendientes y se fue a casa.
Después del baño en la piscina comió con su familia y les contó la aventura del anciano.
Antes de irse a la siesta consultó los mensajes de WhatsApp y vio que sus amigas le recordaban que habían quedado para cenar en el restaurante de siempre y que antes tomarían algo en las terrazas de la plaza.
A las siete en punto estaba sentada en la terraza del bar rojo esperando a que llegasen las demás. Le trajeron su txakoli justo cuando llegó la primera de ellas así que pidieron otra copa y que dejara la botella, ya era tradición tomarse una de txakoli antes de ir a cenar.
Media hora después estaban las cinco y casi habían repasado lo más interesante de la semana en modo esquema, más tarde entrarían en detalles.
Cuando la camarera les trajo la cuenta les comentó que algo estaba sucediendo en el paseo marítimo porque acababan de pasar dos dotaciones de la policía municipal hacía allí. Ellas cenaban en uno de los restaurantes del paseo así que enseguida verían qué era lo que estaba sucediendo.
No habían salido aún de la plaza cuando empezaron a sufrir los efectos de lo que fuera que estaba ocurriendo, riadas de personas se dirigían en esa dirección, la mayoría era gente joven que llevaba mochilas, bolsas e incluso maletines. Comentaron entre ellas si había algún evento ese jueves pero ninguna supo de qué se trataba y sin darle mayor importancia se dirigieron al restaurante.
Pidieron los entrantes de siempre: anchoas en tostas crujientes, tabla de quesucos y ensalada de tomate, siguieron charlando, riendo, compartiendo confidencias, recuerdos, preocupaciones, planes…

Hospital del mar 12:00 horas


– Acaban de subir a un anciano desde urgencias con un cuadro de ansiedad, le van a dejar en observación y ya tiene pautada la medicación, pásate por su habitación para ver qué tal está – le indica la jefa de planta a la nueva enfermera.
La joven se dirige al final del pasillo y se queda en el umbral porque no quiere interrumpir la conversación. Ella cree que muchas veces en los hospitales tratan a las personas como si fueran piezas de una cadena de montaje, así que espera a que termine la charla y luego entra para realizar su trabajo.
El paciente le ha parecido entrañable, ya estaba tranquilo y le ha explicado con todo detalle el motivo de su ingreso. Ha empatizado totalmente con el enfado del señor porque ella también ama el ajedrez. Aprendió a jugar con su abuelo cuando era niña y lo ha seguido practicando toda su vida, de hecho, fue la presidenta del club de ajedrez de su pueblo hasta que se trasladó aquí para trabajar en el hospital.
Al terminar su jornada laboral se ha dirigido a la playa para darse un baño antes de ir a comer. Mientras las tranquilas olas mecían su rato de relax se le ha ocurrido una idea para compensar el agravio que había sufrido la afición de su deporte favorito.
Dos horas después ya estaba todo organizado, se había puesto en contacto con su viejo club y las redes sociales habían hecho el resto.
A las siete de la tarde se dirigía hacia el paseo con su maletín de ajedrecista. Llegó de las primeras y ayudó a colocar mesas y sillas.
Comenzaron el campeonato a las 20:00 horas.
La primera ronda tenía 50 parejas y solo la final se jugarían en la mesa del error, para ello habían colocado dos taburetes en los laterales y de esta manera poder jugar en el tablero original. El ambiente era excelente, las partidas resultaron muy interesantes, participaron tanto personas expertas como aficionadas, la edad era muy variada, adolescentes competían con  personas de la tercera edad.
La final se disputó entre dos jóvenes de 19 años y quedaron en tablas.
La verdadera victoria de aquel campeonato se la había llevado un anciano de la residencia que había logrado sin pretenderlo lo que pretendía cuando solicitó unas mesas de ajedrez para que jóvenes y mayores pasaran tiempo practicando los juegos de siempre. Paradójicamente las pantallas de las que quería alejarles habían logrado unirles.